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Un poco de historia

El mito de la tolerancia islámica en España

La derrota visigoda en la batalla de Guadalete.

Fernand Braudel (el escritor) entendió bien el conflicto vivido por España cuando decidió y llevó a cabo la expulsión de los moriscos, primero de Granada y después de todo el país: se trataba de responder de la forma más radical posible a una minoría inasimilable, que se resistía a la integración y cuyos lazos y connivencia con el enemigo del momento, nada pasivo, eran bien sabidos. Si alguien, con ingenuidad encomiable o mala fe manifiesta, se escandaliza obstinándose en juzgar el pasado con las anteojeras de nuestra contemporaneidad, bastará recordarle que por aquellas fechas –el siglo XVI– en el norte de África ya no quedaba más población cristiana que los cautivos apresados por los piratas, pues iba ya tiempo –más de cuatro siglos– que los autóctonos habían sido inducidos, cuando no forzados, a islamizarse, en tanto las culturas locales (beréberes y neolatinas) eran aplastadas y suplantadas por la civilización árabe urbana, dejando al mundo beréber aislado en las montañas; vale decir fuera de la Historia. Y si en algún instante aflora (almorávides, almohades) es como vehículo y propagandista de la cultura árabe-musulmana dominante.

Macron nos ataca haciendo suyo el mito del Al-Andalus

“La supresión de judíos y cristianos es para nosotros un deber tanto como la aniquilación de su fe” —El Califa Omar II

Está claro que Macron persiste en las más infames ignominias históricas contra Francia. Es más, esta forma de denigrar la historia de Francia o de Europa insoportable y totalmente inaceptable. Una vez escribí que Macron era un ignorante absoluto, que sólo conocía la historia a través de los anales de Science Po y ENA, que sabemos que desde hace años se basan en artículos de Le Monde Libération. Una vez más se nos ha dado una prueba flagrante de ello con sus estúpidos comentarios sobre la supuesta civilización de Al-Andalus.

La obra de Serafín Fanjul

Pero antes de soltar tonterías, Macron debería informarse, leer a los autores adecuados, formarse un poco; en resumen, tomarse el tiempo necesario para reflexionar, como requiere su cargo. El gran historiador Serafín Fanjul, académico español, islamólogo y arabista, especialista en filología semítica, exdirector del Centro Cultural Hispánico de El Cairo y miembro de la Real Academia de la Historia, se ha burlado de las tonterías que escupen sin cesar los incultos y que repiten hasta la saciedad los periodistas que no han investigado en absoluto.

Uno de sus libros, Al-Andalus, la invención de un mito: la realidad histórica de la España de las tres culturas, fue publicado en Francia por Éditions de l’Artilleur en 2017. Este tomo de 715 páginas es una obra histórica de primer orden. Fanjul denuncia el mito mediante un implacable análisis crítico. Este pensamiento arabista se desarrolló en el siglo XIX a través del romanticismo literario, del que Washington Irving (1783-1859) fue uno de los dechados. Retoma el discurso tendencioso del “buen salvaje” o del “paraíso perdido”, es decir, árabes refinados, superiores y cultos que sucumben ante cristianos bárbaros, ignorantes y torpes, orientalismo desviado por el odio a Occidente.

Para Fanjul, esta visión idealizada de una España multicultural, tierra de tolerancia y convivencia entre tres culturas y tres religiones monoteístas, es históricamente falsa. Define el reino musulmán de Granada (1238-1492) como “una sociedad monocultural, con una sola lengua y una sola religión. Una sociedad terriblemente intolerante, por instinto de supervivencia, ya que estaba acorralada por el mar”. También afirma que, durante los ocho siglos de ocupación islámica de España, “cuanto mayor era el porcentaje de musulmanes, menos tolerante era la sociedad”. En el número 62 de septiembre-octubre de 2012 de la Nouvelle Revue d’Histoire, Serafín Fanjul explica que “los poderes religiosos de Al-Andalus siempre buscaron la islamización total, y hubo éxodos masivos de cristianos hacia el norte hasta el siglo XII”. Fueron estos éxodos los que condujeron a la Reconquista.

Por supuesto, Fanjul ha sido terriblemente atacado por toda la camarilla izquierdista e islamoizquierdista de España y Europa, sin que nadie pudiera ofrecer ningún argumento serio en contra, aparte de insultos. Pero Fanjul no es el único académico que fustiga el mito de la tolerancia islamista. En mi libro sobre la biografía del general Miguel Primo de Riveradictador ilustrado para regenerar España 1923-1930, publicado por Dualpha en 2023, hablo de la conquista de Marruecos, un episodio de la historia de España.

Cuando los militares españoles se asentaron de nuevo en Marruecos en la década de 1860, se escandalizaron al ver a judíos sefardíes que tenían apellidos españoles, que hablaban español antiguo y que estaban siendo martirizados por los musulmanes. Siguió todo un movimiento filosemita español, que culminó en 1924, cuando Miguel Primo de Rivera promulgó un decreto por el que se concedía la nacionalidad española a los judíos sefardíes. Franco y sus diplomáticos utilizaron este decreto para salvar a miles de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, y tengo un capítulo entero sobre ello.

Igual mentís por parte de otros historiadores

Pero también otros académicos, como Rafael Sànchez Saus, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Cádiz, en su libro Los cristianos en Al-Andalus, de la sumisión a la aniquilación, publicado por Le Rocher en 2019, demuestran que durante siglos la mayoría de la población cristiana y la minoría judía estuvieron sometidas a un régimen de discriminación muy fuerte. Es también el caso de Darío Fernández-Morera, doctor por la Universidad de Harvard y profesor de la Universidad Nortwestern de Illinois, que en su libro Cristianos, judíos y musulmanes en Al-Andalus, mitos y realidades de la España islámica afirma que “lejos de ser un lugar de tolerancia”, la España musulmana “fue un lugar de regresión cultural en todos los ámbitos de la vida. Cristianos y judíos fueron marginados y oprimidos por autócratas religiosos. Considerados como subordinados en una sociedad jerárquica, fueron reducidos al rango de dhimmis y tuvieron la opción que los mafiosos dan a sus víctimas: pagar por protección o desaparecer”.

Otro historiador francés ha elaborado argumentos convincentes para demostrar la intolerancia del islam hacia cristianos y judíos. Philippe Conrad publicó en La Nouvelle Liibrairie una brillante obra, Al-Andalus: la impostura del mito del “paraíso multicultural”. En él, detalla las acciones emprendidas por los musulmanes para humillar a judíos y cristianos. Impuestos específicos que sólo debían pagar los no musulmanes. Los no musulmanes tenían que vestir ropas sencillas; nunca montar a caballo, sólo en burro; no llevar espada. Estaban obligados a alojar a las tropas musulmanas a sus expensas; nunca podían casarse con una mujer musulmana so pena de muerte; sólo podían tener el uso precario de la tierra, cuya propiedad se asignaba siempre a un musulmán. Ningún judío o cristiano podía testificar contra un musulmán; el asesinato de un musulmán por un cristiano o judío siempre conllevaba la pena de muerte, pero nunca al revés. Un judío o cristiano tenía prohibido tener un sirviente musulmán; en un tribunal, el valor monetario de la vida de un musulmán debía ser el doble que el de la de un judío o cristiano, etc.

Philippe Conrad cita al califa Omar II, que dijo a sus gobernadores, los wadi: ”La supresión de judíos y cristianos es para nosotros un deber tanto como la aniquilación de su fe; hacedlos descender al lugar de oprobio y degradación que Dios les ha asignado”. Esta misma dhimmitud se dio en los Balcanes durante los cinco siglos de ocupación otomana, con un impuesto especial para los no musulmanes y el secuestro de niños para convertirlos en jenízaros, a menos que se convirtieran al islam.

Hay otra cosa que debería usted saber, Sr. Macron: durante siglos, las costas francesas, españolas e italianas del Mediterráneo fueron objeto de ataques esporádicos por parte de bárbaros musulmanes, que llegaban en barcos muy rápidos para llevarse a mujeres, hombres y niños en razias para hacerlos esclavos. La esclavitud musulmana duró trece siglos, y debería usted visitar el mercado de esclavos de Zanzíbar, por donde pasaron millones de esclavos, principalmente de África. Los hombres eran transformados en eunucos, y la tasa de mortalidad era enorme, pues sólo sobrevivían entre el 10 y el 15% de los mutilados. Bernard Lugan, en su libro (Esclavitud, la historia en el lugar adecuado, habla con gran conocimiento de ello: “Los únicos que abolieron la esclavitud fueron los blancos”.

Otra cosa que debo señalarle, Sr. Macron, es que cuando Francia y España obtuvieron el protectorado marroquí en virtud del Tratado de Fez en 1912, con el acuerdo de la comunidad internacional, los sultanes y las élites marroquíes recibieron a cambio sumas considerables. No habían dudado en vender su país al mejor postor, elevando las apuestas, sobre todo con Alemania, que tenía los ojos puestos en Marruecos, como demostraron las crisis diplomáticas de 1905 y 1909. Las poblaciones del Rif, en particular, se indignaron por ello y uno de sus dirigentes, Abdel Krim, hizo la vida muy difícil a los españoles y a los franceses. Bernard Lugan, en su historia de Marruecos, también se refiere a ello.

Acabamos de saber que el índice de popularidad de Macron está en caída libre y ha alcanzado el 17%, casi el mismo que el de François Hollande en diciembre de 2016 (16%). Preguntado por la presencia de un delincuente convicto en la delegación francesa en Marruecos, Macron eludió la pregunta, diciendo que no le preocupaban las anécdotas. En efecto, el Sr. Macron se esfuerza por destruir Francia, su cultura y su historia. Insulta a los franceses, es lo único que sabe hacer.

Michel Festivi para El Manifiesto (2 de noviembre de 2024)

 

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