Comandante Arnon Zamora: un héroe de Occidente
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9 de junio de 2024
Este sábado, a plena luz del día, una operación conjunta de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), Shabak (servicio de seguridad interna de Israel) y Yamam (Unidad Nacional de Contraterrrorismo) logró rescatar en Nuseirat (Gaza) a cuatro de los rehenes israelíes capturados durante el ataque terrorista del 7 de octubre. Durante la operación perdieron la vida varios terroristas y civiles, ya que los rehenes se encontraban en dos sitios de una zona altamente poblada, como manda la cobarde doctrina de la organización terrorista Hamas.
En la operación perdió la vida el Comandante Arnon Zamora (36 años), inspector jefe de Yamam. Zamora, quien comandó el combate crucial para rescatar a los rehenes con vida, tenía esposa y dos hijos. “Vivió y cayó como un héroe”, expresó el ministro de Defensa Yoav Gallant luego que se diera a conocer el resultado de la operación. Organizaciones judías y no judías de todo el mundo se sumaron para expresar sus condolencias ante la valerosa muerte de Arnon.
Por supuesto que también se hicieron sentir las voces de esos traidores de Occidente que gobiernan nuestros destinos, sin que nadie los haya elegido democráticamente. Luego de una cuidada y escueta celebración por los cuatro rehenes liberados –sin mencionar la operación militar que lo hizo posible–, el alto representante de la Unión Europea para Asuntos exteriores optó por focalizarse en la pérdida de vidas civiles. “Los informes procedentes de Gaza sobre otra masacre de civiles son estremecedores. Lo condenamos en los términos más enérgicos. El baño de sangre debe terminar inmediatamente”, escribió Josep Borrell en su cuenta de X. El sábado tampoco faltó la ONU, que anunció agregaría a Israel a su “lista negra” de entidades que violan los derechos y la protección de los niños. Toda una maravilla de esta decadente organización, en cuyo edificio en Gaza albergaba el centro de comando y control de la organización terrorista Hamas.
A medida que avanza la guerra, el cinismo de las élites gobernantes va quedando cada vez más al descubierto. Al mismo tiempo, los ciudadanos occidentales vamos tomando conciencia de la verdadera amenaza a nuestra forma de vida.
La ambigüedad de las autoridades europeas para hacer frente al terrorismo no es algo nuevo. No podemos olvidar lo ocurrido en la Villa OIímpica de Múnich en 1972. Los movimientos displicentes de la policía alemana fuera del edificio en que se encontraban los rehenes eran transmitidos en vivo por TV al mundo, permitiendo a los terroristas observar cómodamente el desarrollo de la “operación”. El gobierno israelí de la época ofreció la colaboración de Sayeret Matkal –qué cuatro meses antes había rescatado con éxito al avión de Sabena en Viena–, pero fue rechazado por el canciller Willy Brandt. De esta manera, la vida de los nueve rehenes sobrevivientes quedó en manos de la policía local, que planeó el fallido rescate en el aeropuerto. Pensando que los terroristas eran cinco y no ocho –¿dónde estaba la inteligencia alemana?–, mandaron cinco francotiradores al aeropuerto –no fuera cosa que la reacción fuera “desproporcionada”–. Todo un desastre de las fuerzas de seguridad alemanas que terminó en un desenlace previsible: el asesinato de todos los rehenes.
Luego en 1976 vendría el rescate del avión de Air France en Entebbe (Uganda), en una operación realizada también por Sayeret Matkal. En esa época, ningún gobierno europeo expresó “condolencias” por la muerte de los terroristas palestinos que habían secuestrado el avión de Sabena o sus pares alemanes que desviaron el avión de Air France hacia Uganda. Mucho menos por los soldados de Idi Amin muertos en el aeropuerto de Entebbe. En ese entonces los líderes occidentales todavía tenían claro dónde estaba el enemigo, aunque demostraran la incapacidad de sus países para responder a ataques terroristas en su propio suelo y utilizando sus propias aeronaves.
Hoy los occidentales bien nacidos honramos al Comandante Arnon. Ya suficiente con la reacción, debemos privilegiar la acción si realmente deseamos sobrevivir como civilización. Tampoco la razón nos puede llevar a reprimir la emoción, que es fundamental para darle alma a la magnífica empresa política, cultural y eventualmente militar que necesariamente deberemos encarar si deseamos recuperar nuestros valores pisoteados por el islam militante y sus lacayos occidentales.
¡Vida eterna Comandante Arnon!
Pelayo