Algunas reflexiones sobre la propuesta de Trump para Gaza - Parte II
Por Marcelo Birmajer
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Desde que Trump expresó por primera vez sus ideas proactivas para expandir la libertad y el derecho a la vida en Gaza –dos activos inexistentes desde que la secta islamonazi Hamas fuera entronada por la mayoría del electorado palestino en 2007–, las evidencias del islamonazismo se han hecho solo más transparentes: los terroristas encapuchados exhibieron antes las cámaras a los judíos como esqueletos vivientes que podemos atestiguar en las fotos que se exponen en Iad Vashem y otros museos que conmemoran la Shoa. No obstante, a muchos analistas y líderes les preocupa más la propuesta de Trump y sus posible “consecuencias”–como si pudiera haber algo peor que la Shoá por goteo que ejecuta Hamas– que la realidad inmediata que los islamonazis, carentes de cualquier escrúpulo siquiera por “conveniencia”, se empeñan en refregarles por las cámaras, las redes, el rostro. Tras el anuncio de Trump –de reasentar a parte de la población palestina desplazada en lugares mejores y más seguros que Gaza, preferentemente Jordania y Egipto– y la “liberación” de los rehenes en estado de sobrevivientes de la Shoa, la secta islamonazi incumplió una vez más su acuerdo de informar la siguiente “partida” de rehenes a soltar. No faltaron entonces analistas internacionales, líderes mundiales y manifestantes israelíes que le adjudicaran a las declaraciones de Trump, y al beneplácito de Netanyahu con las mismas, la motivación detrás de esta nueva ráfaga de guerra psicológica de Hamas. También se escucharon declaraciones de israelíes relevantes declarando: “Ahora sabemos cómo Hamas trata a los rehenes, es indispensable liberarlos ya”.
Estas declaraciones me dejan perplejo. Desde antes de 1948, la mayor parte de la población israelí, y la de los judíos del resto del mundo, sabemos cómo los islamonazis tratan a los cautivos judíos. El objetivo de la captura de judíos por parte de los islamonazis no es ni el territorio ni la extorsión por dinero, sino el hecho en sí de matar y torturar judíos. Todos sabemos que no hay peor destino para un judío que ser capturado por los islamonazis. La certeza de que debemos liberarlos con la mayor inmediatez posible está grabada en nuestra razón. No necesitamos que los propios islamonazis nos refrieguen en las pantallas lo que ya sabemos. Pero me sorprendió que israelíes relevantes declararan que ignoraban el trato que los islamonazis dan a sus cautivos judíos. Los islamonazis sirios mutilaron los cuerpos de sus prisioneros israelíes. Los islamonazis palestinos de Septiembre Negro mutilaron y profanaron sexualmente los cuerpos de los israelíes secuestrados en la Villa Olímpica de Munich en 1972. Los islamonazis palestinos de Hamas violaron en manada a las mujeres judías en la fiesta Nova en la masacre del 07.10.23 en el sur de Israel. ¿Quién podía ignorar el trato que dan a los cautivos, quién podía descubrir ahora, con la “suelta” de los rehenes emaciados, que debemos rescatarlos ipso facto?
A esta perplejidad mutua se suma un “movimiento de protesta” que le exige al primer ministro Netanyahu hacer mayores concesiones a Hamas a cambio de que liberen a los rehenes, dando por sentado que es por culpa del primer ministro de Israel que la secta islamonazi no suelta la siguiente tanda de rehenes.
Recientemente accedí al documental Hostages, a través de la plataforma Go2films, de Israel. Es un recorrido, en buena medida riguroso, por las distintas alternativas en que Israel se enfrentó al drama, o la tragedia, de rescatar a los rehenes en manos de los islamonazis palestinos. Desde el rescate del avión Sabena, en 1972 –en Tel Aviv–, en el que extrañamente el documental no menciona que uno de los integrantes del Sayeret Malkat que liberó a los rehenes fue el actual primer ministro Benjamín Netanyahu, hasta la liberación de Gilad Shalit, llevada a cabo también por el actual primer ministro, pasando por el rescate de Entebbe en 1976, en el que perdiera la vida el hermano mayor de Bibi, Yonny Netanyahu.
En todos los casos reseñados, incluyendo la tragedia insoportable de Maalot en 1974, donde los islamonazis masacraron a sangre fría a decenas de niños de una escuela religiosa, los respectivos primeros ministros decidieron combatir en vez de negociar, intentar el rescate por medio de un comando en vez de negociar. En todos los casos hubo rehenes muertos. En algunos, como en el Sabena o en Entebbe, fueron más los salvados que los muertos. Pero en Munich y en Maalot, en ambos la primera ministra Golda Meir se negó a negociar y mataron a todos o a la mayoría; niños, repito, en el segundo caso. Con esta historia precedente, acusar a Netanyahu de no priorizar la vida de los rehenes es una difamación y una infamia. Los mismos que acusan a Netanyahu de haber sido contemplativo con Hamas cuando logró cierto status quo en la Franja de Gaza, lo acusan ahora de ser demasiado belicoso con Hamas. No hay fórmulas infalibles para enfrentar la tragedia de los rehenes en manos de los islamonazis. Y no es interrumpiendo el tránsito en las autopistas o acusando al primer ministro de pensar más en su carrera política que en los rehenes, que se acelera una solución.
11 de febrero de 2025