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La guerra recién comienza

Por Alejandro Grobert

En Líbano el Ejército libanés no logra controlar a Hezbolá. Los terroristas se han reorganizado y regresan al sur. Algunos de sus comandos comienzan a enfrentarse a las FDI.

En Gaza, se estima que se eliminaron cerca de 20.000 terroristas, pero, a su vez, Hamas ya ha reclutado a unos 10.000-15.000 nuevos.

Se ha consolidado una alianza militar yihadista regional. Y seguramente mundial.

Militarmente Israel les dio un duro golpe, pero los objetivos de los islamistas están orientados hacia el mundo de la diplomacia y de la promoción de su causa en medios y redes sociales, especialmente este último, con notable éxito.

Por otra parte, el terrorismo islámico palestino y sus aliados mantienen su confianza en el largo plazo: una guerra de desgaste cuya extensión en el tiempo les resulta totalmente indiferente.

Saben que hoy volverán a perder batallas, pero están convencidos de que en algunas décadas han de vencer y “quedarse con todo”, “desde el río hasta el mar”; ¿acaso no lo dicen claramente?

Estamos viviendo un momento clave, bisagra en esta etapa de la historia.

El sueño de aquellos que anhelan la paz basada en el mutuo respeto, en el entendimiento, en la coexistencia tiene que verse en la dura luz de la realidad. Aquellos que sueñan así tienen que finalmente comprender que todo ese sentir fue y es una utopía.

Tal vez peor que una utopía: los que aún sostienen esta fantasía desde su buen corazón, desde su amor por la vida, por la paz, y desde su intención de legar a su descendencia un mundo mejor, lamentablemente, con su ingenuidad, su falta de visión realista, lo único que logran es incrementar las expectativas de victoria de los terroristas.

Una de las razones de este estado colectivo de negación está basado en la absurda posición de focalizar las frustraciones de este ideal en Bibi, la derecha, los religiosos. Pero otra de las razones fundamentales y de mayor relevancia es la incapacidad de escuchar y ser receptivos a lo que dicen y hacen los referentes del liderazgo palestino y sus aliados.

Esto último, de no cambiar, nos conduce al suicidio.

¿Cómo puede ser que siga habiendo en el mundo judío dirigentes que consideran que del otro lado hay “socios para la paz”, cuando todo lo que estos reciben del mundo lo canalizan para continuar la campaña de destrucción de Israel, cuando vemos que premian a quienes nos asesinan, cuando vemos que no hay suficiente sufrimiento y destrucción que les impida festejar sus “victorias”?

¿No les hierve la sangre cuando repasamos las imágenes del ataque del 7 de octubre: este mega ataque que se ha extendido en el tiempo a través del trato a los secuestrados, y del chantaje al que nos someten abusando de nuestro amor y solidaridad inquebrantables?

¿Además, si agregamos el odio que recibimos de incuantificable manada de descerebrados, la indiferencia de colectivos para quienes no calificamos como humanos, la agresividad de quienes nos desprecian mientras pretenden darnos cátedra de expertos en Medio Oriente mientras demuestran su más profunda ignorancia?

No lográbamos comprender como el mundo dejaba morir a nuestros abuelos en los campos. Tampoco entendimos como nuestros abuelos en Europa no veían las señales de lo que se venía, ¡y asumían que todo iba a estar bien!

Tristemente, somos un pueblo con experiencia. No podemos repetir nuestros errores.

La famosa periodista Oriana Fallaci, célebre entre otras cosas por sus épicas y agudas entrevistas, obtuvo décadas atrás estas declaraciones de Yasser Arafat: “¡No queremos la paz! Queremos la guerra, la victoria. La paz para nosotros significa la destrucción de Israel y no otra cosa. Lo que ustedes llaman paz, es paz para Israel y los imperialistas. Para nosotros es injusticia y vergüenza. Lucharemos hasta la victoria. Durante decenas de años, si es necesario. Durante generaciones”.

En otro párrafo claramente explica que los límites del futuro Estado palestino estarían enmarcados en los límites del mandato británico, pero que el objetivo de todas sus acciones es “liquidar al sionismo en todas sus formas, políticas, económicas, militares, y echarlo para siempre de Palestina”.

Asimismo, frente a la posibilidad de que otros árabes acepten acuerdos con Israel, Arafat fue categórico: “No lo aceptaríamos. ¡Nunca! Continuaremos haciendo la guerra a Israel solos, hasta que reconquistemos Palestina. El final de Israel es nuestra lucha y no admite compromisos ni mediaciones”.

Si algo cambió, ha sido para peor. Hoy Hamas lidera la calle en Palestina y son las estrellas del yihadismo en todo el mundo radical islámico. La carta orgánica de Hamas es peor que la declaración de principios de Arafat. Y el contexto es más complejo, dada la expansión del extremismo islamista que domina buena parte de Medio Oriente y África a la vez que se hace sentir por Occidente como nunca.

Es hora de enfrentar la realidad.

Es hora de enfrentarla unidos.

Es hora de abandonar las utopías que nos hacen daño y de abrazar las soluciones que dependen de nosotros y nuestros aliados.

El guardián de Israel no dormita ni duerme.

¡Am Israel Jai!

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